USO DE RAZÓN.  PRESENTACIÓN. © Ricardo García Damborenea

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PRESENTACIÓN

 

 

Un hombre puede argumentar bien sin entender los principios del razonamiento, igual que puede jugar bien al billar sin entender la mecánica analítica (Pierce)

 

 

Esta página web se ocupa del razonamiento en su variante más llana, es decir, la lógica práctica o informal tal y como se emplea en la calle, en casa, en la radio, la política o la publicidad, escenarios que comparten el mismo lenguaje, los mismos recursos, los mismos sobreentendidos, y donde los argumentos se trasmiten principalmente de viva voz.

 

Somos consumidores ávidos de cualquier argumento, propio o ajeno, que nos sirva para resolver problemas o tomar decisiones. Sin duda, actividades como razonar, persuadir o deliberar, ocupan la parte principal de nuestro tiempo y lo mejor de nuestra atención, tanto si cuestionamos la moralidad de una guerra como si discutimos sobre el fútbol dominical.

 

Si razonar es muy importante, debiéramos conceder la misma importancia a razonar bien, pero no ocurre así. Paradójicamente, nuestra argumentación se caracteriza por la inseguridad. Es un campo brumoso, de límites inciertos, plagado de lagunas, conceptos movedizos y procedimientos vacilantes.

 

Lo llamativo es que ni siquiera somos conscientes de nuestra indigencia lógica. Ocurre aquí como con los automovilistas. Pocos piensan que no son argumentadores perfectos y casi todos creen que a los demás no les vendría mal estudiar un poco.

 

El propósito de esta página es facilitar nuestro aseo mental: despejar las brumas, precisar los conceptos, ordenar los procedimientos y señalar los errores más frecuentes en nuestra forma habitual de razonar.

 

No hablamos aquí de lógica formal en ninguna de sus variedades. Si un político, un comerciante o un enamorado argumentaran con el formalismo de la lógica académica, perderían el debate, el cliente y la novia. Hasta los profesores de lógica formal abordan sus problemas cotidianos mediante procedimientos más sencillos, más antiguos y, sobre todo, más accesibles.

 

El razonamiento es un arte que requiere poco aprendizaje. Todo el mundo sabe argumentar mejor o peor. Se aprende con el habla y la socialización. Cualquier niño de diez años, medianamente dotado, respeta los principios elementales de la lógica (identidad, no contradicción, causalidad) sin que se los explique nadie; sabe cómo sostener su razón y utiliza los mismos recursos argumentales que un adulto: un ejemplo, un precedente, una hipótesis, una autoridad, una norma, una disyunción...; fundamenta sus razones en lo justo, lo útil, lo conveniente, lo cierto, lo probable...; en suma: maneja el mismo repertorio lógico que utilizará durante toda su vida.

 

Aprendemos a razonar del mismo modo que aprendemos a hablar: por imitación. A lo largo de nuestra vida mejoramos nuestra capacidad, en mayor o menor grado, según sea la calidad de los modelos que nos rodean. A esta pedagogía ambiental se suma con ventaja el estudio de la gramática y de la lógica, indispensables para superar los estadios elementales de nuestra desarrollo expresivo. Necesitamos estudiar, sobre todo, para evitar los fallos propios y no imitar los ajenos, porque nacemos con más disposición para equivocarnos que para acertar. Si hay algo que podemos hacer bien o mal, bueno será conocer la manera de hacerlo bien.

Mi intención es contribuir a la difusión de este conocimiento. Lejos de cualquier ánimo doctrinario, hago mías las palabras del Arcipreste:

 

Escolar soy muy rudo; non maestro ni doctor:

aprendí e sé poco para ser demostrador:

aquesto que yo dijere entendedlo vos mejor,

bajo vuestra enmendaçión pongo yo el mi error. 

(Arcipreste de Hita)

 

 

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